Yo vivo en un país donde la mayoría se sobrepone a los "no hay" e inventa soluciones y sobrevive aún cuando las cosas se ponen difíciles. Y las personas de mi país no renuncian a sus ideas, ni a la alegría, ni a la solidaridad. No es el mejor país del mundo, pero es MI ISLA.

martes, 31 de enero de 2012

Si hubiera girado al revés la rueda de la fortuna

No los conozco, solo puedo decir lo que vi. Yo estaba en la terminal de trenes de Santiago de Cuba, montada en un jeep, en el asiento delantero, charlando con su conductor, que es mi compañero de trabajo. Para explicarles qué hacíamos allí tendría que alargar la historia y no quiero, además no creo que ustedes estén interesados.
Es un edificio enorme, con muchas estructuras de acero en el techo, que sirven como adorno y dan la impresión de que esta es obra de un niño que arma construcciones con piezas de jugar. Tiene enormes cilindros de diferentes tamaños, es todo de cristal y con bancos afuera, cerca de los jardines. Nada del otro mundo.
Desde que llegamos nos abordó un joven que no debe tener más de 30 años, parece retrasado mental y tiene problemas de locomoción, estaba un poco sucio y podría jurar que había bebido bastante por el olor y el alcance de su aliento. Quería pedirle dinero al chofer, 20 centavos, con los que no se puede comprar ni una tacita de café, no sé para qué querría tan poco. El caso es que mi interlocutor le dio 40 centavos, que tampoco le servirían para nada, pero él se fue risueño a sentarse otra vez en el borde de la acera.
Como no tenía la cámara fotográfica conmigo no puedo mostrarles su foto, pero traten de imaginarlo: meztizo, con abundante barba y cabellos rizos, delgado, bajo, con un pantalón gris sin cierre y una camisa verde ya muy vieja.
Unos 15 minutos habrían pasado cuando la calma de este muchacho que llaman Tati fue perturbada por los gritos de otro joven, que debe tener su misma edad, o tal vez un año más o uno menos. Un mulato delgado, bajo, con pantalones cortos y camiseta, con una flamante cadena de oro, algunos dientes áureos en la sonrisa y una cerveza en la mano.
Se burlaba de Tati, lo llamaba incesantemente prometiéndole cerveza y  dinero, pero cuando el hombre sucio y ebrio se acercaba con su andar difícil, el los dientes de oro estallaba en carcajadas y escupía ofensas para provocar la risa sus amigos en la barra de un bar pequeño.
Eran cuatro jóvenes que tomaban sus cervezas en un establecimiento donde se paga en CUC, y si usted no vive en Cuba probablemente no sepa qué significan esas siglas, pero los de aquí sabemos bien que es una moneda en la que se comercializan los mejores productos, aunque existe el CUP, o sea el peso. Para que me puedan entender: con 25 CUP, obtienes 1 CUC. Y quien puede gastar en cervezas en CUC, no tiene nada que ver con Tati, de hecho hay muchas Cuba entre los jóvenes del bar y Tati. Sigo:
Aunque tarde, el burlado se dio cuenta del juego al que era sometido como mono en un circo, y decidió no ir más al bar. Ante los gestos y los gritos de "NOOOOOOOOOOO" que a menudo daba Tati, el de la cadena de oro fue a buscarle, a entregarle una lata de cerveza, como ofrenda de paz.
Tati la tomó, la sacudió y la vació: solo un par de gotas de cerveza, esa era la ofrenda, y ante la sorpresa del retrasado mental, otra vez la carcajada del joven y sus amigos.
Tati creyó que esta vez recibía la cerveza y solo halló las sobras de un miserable que nunca ha imaginado que si hubiera girado al revés la rueda de la fortuna, tal vez el harapiento sería él y Tati no lo sería, tal vez tendría dinero, sonrisa con dientes de oro y cerebro vacío.




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