Yo vivo en un país donde la mayoría se sobrepone a los "no hay" e inventa soluciones y sobrevive aún cuando las cosas se ponen difíciles. Y las personas de mi país no renuncian a sus ideas, ni a la alegría, ni a la solidaridad. No es el mejor país del mundo, pero es MI ISLA.

lunes, 7 de mayo de 2012

Contra la tristeza

Me fascinan las personas mayores, será porque tienen el encanto saber mucho, incluso los que no fueron a la universidad y no tienen siquiera un nivel medio de escolaridad. Tengo una amiga octogenaria: Concepción, legalmente, para mí es simplemente Conchita. Esta mañana la he visto, y pensé en ella para esta entrada que ahora estás leyendo.
Es una anciana en Cuba, una de los que componen el 14 % de la población de este país, de  11,2 millones de habitantes.
"No es fácil la vida de un viejo"-dice Concha casi siempre que conversamos. Se queja porque ya su cuerpo no soporta subir una cuesta, y ahora le son inseparables reuma, artritis, diabetes e hipertensión, que se juntan o sea alternan para recordarle cuánto pueden pesar los años.
A veces cuenta lo mucho que trabajó en la construcción de su casa, lo veloces que un día fueron sus pasos y lo seductora que resultaba su voz; habla de fiestas en el campo donde se le quedaban viendo los hombres de manos rudas cuando bailaba sola y libre en medio de algún salón de madera, con piso de tierra y cobijado con guano, allá en Palenque, un asentamiento rural de La Maya, a más de 30 km de la ciudad de Santiago de Cuba.
Hace dos meses que está muy triste, su hija mayor murió y ella no imaginaba que tenía cáncer, pues por no lastimarla sus otros hijos le ocultaron esta amarga verdad.
Desde que la recuerdo peina canas, pero solía ser una mujer muy fuerte, muy decidida. Una negra voluminosa, dura como un caguairán, segura de sí y con una mirada pícara. Cuando pienso en cómo era cuando la conocí, siendo yo una niña, me vienen a la mente esos versos que Sabina dedicara a Chavela Vargas: "meztiza ardiente de lengua libre, gata valiente con piel de tigre, como de rayo de luna llena".
Pero la vida le va quitando brillo, ya no es la mujer que fue: ahora es una jubilada que parece querer jubilarse también del oficio de vivir.
Vive en una casa modesta en Chicharrones, uno de los barrios marginales de Santiago de Cuba. Con su pensión y con lo que gana cuidando a una niña de 2 años, logra sufragar los gastos indispensables. A veces se deja abatir por las carencias y se pone pesimista.
Hoy le propuse que se matriculara en la Universidad del Adulto Mayor. Es un programa social que se desarrolla en cada comunidad cubana, dirigido por los centros de educación superior y la Federación de Mujeres Cubanas. Es una universidad de aprender a vivir con la vejez: psicólogos, médicos de diversas especialidades, artesanos y otros profesionales y artistas del barrio, imparten talleres sobre cómo deben cuidar su salud los ancianos.
Se les habla de la importancia de hacer ejercicios físicos, de hábitos saludables de alimentación, de cómo disfrutar del amor y la sexualidad en la tercera edad; incluso organizan fiestas, excursiones y encuentros con alumnos de otras comunidades.
Si bien Concha, como el resto de los abuelos y abuelas en Cuba tiene garantizada la atención médica totalmente gratis y accede por eso a tratamientos que le ayudan a continuar sobreviviviendo a sus dolencias, necesita que también le curen el alma de tristezas porque cree que a estas alturas no le quedan más oportunidades, ni caminos nuevos, ni gente ni lugares por conocer...

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