Yo vivo en un país donde la mayoría se sobrepone a los "no hay" e inventa soluciones y sobrevive aún cuando las cosas se ponen difíciles. Y las personas de mi país no renuncian a sus ideas, ni a la alegría, ni a la solidaridad. No es el mejor país del mundo, pero es MI ISLA.

jueves, 29 de marzo de 2012

Lo mejor de nosotros

En los últimos días millones de personas han estado siguiendo los acontecimientos ligados a la visita papal a Cuba. La llegada del Sumo Pontífice Benedicto XVI a este país se produjo el lunes 26 de marzo.
Ese fue el inicio de un hecho que desde su anunciación en noviembre pasado, convirtió a Cuba en blanco de una bien diseñada campaña  mediática para desacreditar al Gobierno, a la Iglesia católica, e incluso para promover irrespetuosos mensajes sobre la visita papal, tan esperada por los fieles cubanos.
La idea de que este es un país sin libertad, con su pueblo enlutado por “una sangrienta dictadura” se ha vendido al por mayor. Los argumentos llegan a ser insólitos, han ido de la mentira a la estupidez, como cuando se difundieron las declaraciones de políticos cubano-americanos  criticando la voluntad de Su Santidad de oficiar misas en Santiago de Cuba y La Habana,  pues con esto “se legitimaría al Estado”. 
Semanas antes del suceso, con una facilidad increíble los vociferadores matizaban el discurso y echaban mano a cuanta idea contribuyera a satanizar la realidad de la nación, invitando al líder católico y las autoridades eclesiásticas cubanas a apoyar a los “valientes disidentes”, a quienes definen con el genérico y comercial título de “pueblo cubano que lucha por la libertad”.
Pero esta vez, tuvimos la oportunidad, casi única, de mostrar qué piensa realmente el pueblo cubano. No con actos políticos ni eufóricas alocuciones, no con la rebeldía que convierte a los revolucionarios en los verdaderos disidentes de un planeta que va cuesta abajo entre guerras y pobreza; esta vez solo con la conducta respetuosa, con la alegría de dar otro paso hacia la unidad nacional.
¿Qué hallaron las cámaras y las plumas no siempre amigas de la prensa internacional? ¿Qué vieron los visitantes y los que desde sus computadoras siguieron la presencia del Papa en Cuba?
Lo que somos: un pueblo que se construye como puede, que se equivoca, que se ha caído y se ha levantado tantas veces por sí mismo, que no es perfecto. Vieron a hombres, mujeres y niños que se precian de la hospitalidad, el respeto y la alegría que profesan a cualquier ser humano, lo mismo a un estadista, un líder religioso o a un trabajador humilde que venga a ser curado en nuestras instituciones médicas.
Una noticia que nos alegró a todos fue el encuentro de Fidel con Su Santidad. Cada uno con sus ideas, compartiendo en un ambiente de respeto y simpatías mutuas. Fue bueno además porque al margen de la significación del encuentro, vimos a Fidel. Y cuando sale en la tele todos escudriñamos su figura: sus gestos, su rostro, su ánimo, y nos regocija encontrarlo saludable, sonriente…
El Gobierno y la Iglesia dispensaron la mejor atención al Obispo de Roma; no faltaron honores, seguridad y confort. Es tan así que Benedicto XVI antes de partir expresó su agradecimiento por la acogida que se dio en la isla.


Ah! El “disidente”. Sí, claro, cómo olvidarlo. Un hombre que gritó “Libertad” y  “Abajo el comunismo”. No podía faltar, había que suscitar algún incidente que diera trigo a la campaña satanizadota, había que dar la impresión de que “el pueblo de Cuba” se manifestaba. De pronto lo importante no era la afluencia masiva de creyentes y no creyentes a las misas o las calles que recorrería el Sumo Pontífice, de pronto era más urgente hablar del único “manifestante”. Pero bueno… hay que comprenderlos, no? Todo un pueblo alegre y respetuoso, feliz de ver al Papa y de compartir con él la fe o el amor por una imagen que ha acompañado a los cubanos durante 400 años, en los buenos y malos momentos, no se parecía a lo que esperaban encontrar, o a la imagen que les hacía falta vender. Por eso el carnaval que se armó después tenía solo un muñecón y los que viven de “oponerse” se hicieron eco de todo lo que aderezara la violenta escena de los agentes de seguridad sacando al que gritaba lo más rápido posible, porque estoy segura que de haberlo dejado allí el pueblo le haría tragar sus palabras.
Es así, es cierto, uno de los presentes lo abofeteó. Pero pudo ser peor, los cubanos y en especial los santiagueros somos personas “de mecha corta”, o sea que no pocas veces respondemos violentamente a las agresiones verbales contra personas o cosas que queremos y respetamos. Que a nadie le asombre, porque  aunque no es plausible, esa bofetada fue una muestra de la indignación que provoca esta disidencia que se opone si hay dinero de por medio.
En fin, creo que la visita sirvió para que nos viera el mundo tal cual somos, como una maqueta: pueblo unido, apoyo masivo a lo que de alguna manera beneficie la unidad entre creyentes y no creyentes, respeto, alegría, cultura, un “disidente” y la gran bofetada a favor de la Revolución… Eso somos, así vive hoy esta isla. Mostramos lo mejor de nosotros.